Saturday, June 07, 2008
La imagen que más temía era aquella en la que estaba de vuelta en casa, en la que Sarah y yo vivíamos juntas, en la que ella me hacía los encargos y me masajeaba los pies, apoyados suplicantes sobre un diván de piel. Me traería tazones de caldo a la cama y me podría una toquilla sobre los hombros, me limpiaría los restos de comida de las comisuras de los labios con un trapo húmedo. Y yo comenzaría a olvidarme de ella, a gritarle, a hacerle comentarios crueles acerca de su cuerpo, de su vida amorosa, de su inteligencia.
Alice Sebold, Casi la luna