Sunday, July 27, 2008


Marcharse no es problema. Es emocionante, en realidad; de hecho, es como una droga. Es quedarte lejos lo que te mata. Esta es la sabiduría compartida de los inmigrantes. La escuchas de gente que vuelve a su país luego de una década de ausencia. Te cuentan sobre la euforia que se acaba rápidamente; sobre las cosas nuevas que van perdiendo su novedad y, poco después, incluso su capacidad de divertirte. El idioma te desconcierta. Te cansas de explorar. Luego la lista de lo que extrañas se multiplica irracionalmente, y la nostalgia lo nubla todo: en tus recuerdos, tu país es limpio y honesto, las calles son seguras, y la comida siempre deliciosa. Los detalles sagrados de tu vida anterior se te aparecen una y otra vez de manera extraña y reiterada, en cientos de sueños que te mantienen despierto. Tus bolsillos se llenan de dinero, pero tu corazón se siente enfermo y vacío.


Daniel Alarcón, Guerra a la luz de la velas.