Sunday, September 11, 2011


Pero quien por sobre todo amaba a la muerte, solamente amaba a la muerte, quien amaba y vivía en una deliberada y pervertida anticipación de la muerte como un amante ama y se reprimer deliberadamente ante el cuerpo expectante dispuesto amable tierno increible de la amada, hasta que ya no soporta no la represión sino la prohibición y va a arrojarse, a precipitarse, abandonándose, cediendo, ahogándose.

William Faulkner, El sonido y la furia
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