"Sabía que mi interés era poco realista y probablemente malsano; pero permanecía tercamente, era la geografía de mi deseo. Un chico que veía a veces en el puesto de diarios de la esquina, con el pelo revuelto y aire irritado, podía hacerme estremecer al rozarme el codo con su manga. En cambio, el hombre con quien dormía me parecía impreciso y remoto".
Michael Cuningham, Una casa en el fin del mundo